miércoles, 4 de octubre de 2017

La dramática unidad


En realidad, siempre hay partes y puede que no sean meros apéndices sino partes activas o incluso, por qué no, actores con criterio propio. Pero ¿partes de qué? Pues digamos, para no forzar las cosas, que de un todo. De un todo que debería de salir presuntamente fortalecido de la unión, de la concurrencia de todas las fuerzas componentes. Lo que pasa es que entre todas ellas siempre aparece también una parte con pretensiones hegemónicas, una parte empeñada en distribuir el juego, una parte a cuyos ojos las demás sólo son su mera prolongación. Visto desde cada una de esas partes el todo no deja de ser uno, si bien es verdad que en cada caso ese uno aparece como algo bien distinto. No existe, pues, una percepción única y homogénea del todo. Lo que sí puede que haya en algún momento es unidad de intención. Pero, en principio, esa diversidad de visiones de parte debería impedir que una de ellas pueda llegar a atribuirse primacía en lo que es común.


Todas las partes, en tanto que actores, deben admitir que es necesario un equilibrio para que el todo no quede en entredicho. En ese marco de percepciones y enfoques múltiples, el equilibrio representa un principio mínimo, un principio que garantiza la existencia del todo y sin el cual cualquiera de las partes puede libremente revertir su compromiso. Cuando, pese a que una intención similar parece animar a todas las partes, las acciones por ellas emprendidas no son ni complementarias ni coherentes ni acordadas, es difícil que haya objetivos y resultados que describan la acción común de ese todo y es imposible que se le pueda conceder al todo la cualidad del uno. En esas condiciones, actuar se convierte en un drama permanente y compartido. Por eso es mejor que cada parte cargue con su drama propio, sin añadir al de los demás un motivo suplementario y sin obligar a todos a sufrir conjuntamente. Porque de lo que no cabe ninguna duda es de que sufrir ese drama todos unidos viene a ser el modo más perverso de disfrutar de una unidad ficticia.

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