De todo Blade Runner 2049 me quedo con esa réplica verbal del viejo cazarreplicantes Rick Deckard a ese endiosado fabricante de androides, Neander Wallace, un personaje de mirada vidriosa y planes siniestros. Como promotor de un mundo regulado bajo su dominio, su obsesión capital no es otra que descubrir el modo en que los replicantes podrían reproducirse. Al ser Deckard apresado e interpelado por este último, mantienen un cara a cara en que el industrial trata de imbuirle una terrible duda. Su intención es hacerle pensar que quizá el hijo fruto de su relación con la replicante Rachael no fue una anomalía biológica. De ese modo pretende dejar caer que él mismo, Deckard, no sería entonces más que un mero diseño robótico destinado a conseguir ese fruto tan valioso. Deckard apenas se inquieta, pero ahonda en su desprecio, largándole una severa mirada y respondiéndole simplemente: «Yo sé lo que es real».
Teniendo en cuenta el contexto, más que ante una afirmación enfática estamos ante una enérgica reivindicación de su identidad humana, puesta malevolentemente en cuestión por el insidioso Wallace. Pero estamos también ante una declaración de principios, de asimetría fundamental, de diferenciación entre lo real y lo virtual, de ratificación de la existencia de dos mundos. Algo bien difícil para un androide. Lo real sería por tanto patrimonio exclusivo del perceptor natural, de la sensibilidad común y constituiría un mundo ajeno, por tanto, a la sensación maquinada en fábrica a base de elaborados planes, materiales de vanguardia y composturas algorítmicas. Bien es verdad que presentar la convicción como prueba, a la manera en que Deckard lo hace, nunca podrá ser suficiente para los demás y tampoco para los espectadores, pero es sin duda la mejor forma de reconocerse en uno mismo y de restringir los ataques a su cada vez más frágil identidad. Con todo, tan elocuente es en lo que dice saber como consciente y remiso acerca de lo que no sabe. Y lo que con toda probabilidad no sabe es en qué lugar, entre la realidad y la irrealidad, habita su propio descendiente y cuál es ese difuso dominio que, como a él, les espera a todos los habitantes del futuro.
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