martes, 24 de octubre de 2017

Amurados


Todo muro es de algún modo la constatación de un fracaso, la manifestación de un temor y un evidente signo de impotencia. Lo chocante es que exhiban este signo de impotencia quienes ostentan la mayor potencia económica. Probablemente no entienden que de este modo nos señalan con bastante claridad cuáles son los límites de su poder. En este punto la historia se repite. Todo empieza cuando se denomina bárbaros a los que habitan más allá de las fronteras, de quienes además se presume un sinfín de extrañas costumbres, de maniobras militares y de planes de asalto. No había necesidad de resguardarse de ellos mientras había de por medio barreras naturales tales como mares, cordilleras o desiertos. Pero todo cambia cuando se escoge un territorio accesible. La delimitación del territorio mediante mojones o vallas parece un asunto menor, es como una cuestión de propiedad, cuando la comparamos con el levantamiento de un muro. Elevar la apuesta, y generar una reacción adversa frente al extranjero, es lo que sucedió en China con la Gran Muralla, pero el método ha llegado, pasando por el viejo muro de Adriano o el mucho más nuevo de Alemania, hasta nuestros días. Su construcción siempre ha sido impulsada por las autoridades con el señuelo de que un muro inabordable es el mejor modo de aislarse y protegerse de cualquier visitante incómodo. Los ejemplos que hoy tenemos son diversos: está el muro de Cisjordania, las vallas cortantes de Hungría y Melilla y, cómo no, en un futuro esos muros que se proyectan para cerrar por completo la frontera mejicana.


Exhibición de prototipos de muro desde el lado mejicano
Estos muros americanos han dado lugar los últimos días a unas noticias, que serían cómicas sino mediara el drama que imponen a migrantes y refugiados. Crear fronteras siempre ha sido costoso, pero un nuevo y sorprendente factor se incorpora ahora a esos proyectos. El resultado debe ofrecer seguridad, esa sigue siendo la premisa básica. Pero ahora se intenta dotar a esos muros de cierta estética. Se nos dirá que no están exentos de ella los castillos dispersos por media Europa y que también las cárceles son objeto de un diseño escrupuloso del que no se excluye la belleza. Sucede que discutimos sobre la calidad del telón de fondo, cuando deberíamos estar más pendientes del drama que se representa ante él. No sabría decir si lo que se intenta es que toda esa monumentalidad, ese diseño y esas hechuras nos impresionen al punto de hacernos olvidar ese drama. Nos enteramos, en la noticia, de que esa construcción será objeto de concurso; algo que no nos sorprende, porque entendemos que está en la lógica administrativa. La sorpresa llega, y es a lo que iba, al ver erigidos, en medio del llano y a escasos metros de la frontera mejicana, 8 prototipos de muro para que en buena lid compitan y puedan ser observados por todos los estadounidenses en las telenoticias. La idea es proclamar ganador al prototipo que reúna mayores virtudes en cuanto a materiales, seguridad y estética. Produce estupor y vergüenza que se jalee la dolorosa eficacia y la estúpida belleza de un muro. Más que un muro lo que va a surgir es un hito continuado, mientras dure, y una vulgar ofensa a la concordia y también a la inteligencia.

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