lunes, 9 de octubre de 2017

Invadir la intimidad


Me embarga un sentimiento de pudor cuando por casualidad escucho confidencias ajenas, cuando me estremezco con una canción o cuando percibo límpidas las emociones. Si llego sigiloso y atento hasta el lugar donde las voces se entrecruzan, me acomete la sensación de haberme presentado sin haber sido invitado, de estar invadiendo una secreta intimidad. Sin embargo, nada consigue despegarme de ese espacio ajeno en cuanto escucho cómo se entretejen voces y emociones. Vivo ese momento como retenido por esa poderosa trama y al mismo tiempo con temor a ser sorprendido y a malograr alguna inminente y sincera revelación. Por otro lado, tengo los oídos ya demasiado fatigados, hay ondas que apenas me remueven por dentro y sensaciones que no consigo captar bien. No me quejo, pues hay otras que, por fortuna, aún recibo nítidas, despertando en mí el eco de una lejana, y no siempre gozosa, juventud. A estas alturas, son ondas que llegan más como sacudidas que como vibraciones y, si bien tengo la impresión de no haber sido convocado a su disfrute o de haberlo concertado en préstamo, esas intimidades me reclaman, porque me ofrecen una nueva e intensa manera de revivir.



Sonet, Bartomeu Rosselló-Pòrcel,
Música: Mª del Mar Bonet, Hilario Camacho
Voz: Mª del Mar Bonet (1974)


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