miércoles, 1 de enero de 2014

Solución


Llegamos tarde con las soluciones. Los problemas a los que las aplicamos casi nunca son los que quisimos resolver y para los que habíamos ideado una completa batería de ideas, son problemas que el tiempo ha alterado y cuyas claves de solución se desvían sensiblemente del original. A la desagradable sorpresa de ver fracasar la solución, intentamos ponerle el parche con maniobras de aproximación. En torno al estado inicial del problema imaginamos todo un cuerpo variacional de problemas derivados para los que creamos un nuevo campo de soluciones. A menos que controlemos el efecto de esa variación, nos veremos renunciando al análisis de la situación y actuando más o menos metódicamente hasta lograr algún cumplimiento. Para entonces quizá el problema se muestre inasequible al haber sufrido una extraña mutación que hace inútil cualquier intento de perseguirlo mediante una simple variación. Por eso pienso que en vez de perseguir infantilmente los problemas por el inmenso campo de especulación es mejor intentar darles el sentido que en cada momento tienen —o pasar de ellos, si no lo tienen ya— y esperarlos de ese modo en algún punto donde sea inevitable su aparición.

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