viernes, 10 de noviembre de 2017

Lo mismo y lo distinto


Enfrentando la actual positividad de lo igual a la tradicional negatividad del otro, el pensador coreano Byung-Chul Han recala en una afirmación bien certera sobre los males que aquejan al cuerpo social: «El signo patológico de los tiempos actuales no es la represión, es la depresión. La presión destructiva no viene del otro, proviene del interior». Esta será la tesis capital que sostendrá en su opúsculo La expulsión de lo distinto. A su entender, ese germen destructivo no provendría necesariamente en la actualidad de la violencia del otro sino que se consumaría en uno mismo a través de la expulsión de lo distinto. «Un sistema que rechaza la negatividad de lo distinto desarrolla rasgos autodestructivos», viene a a afirmar a continuación, poniendo de ese modo en evidencia la carga de violencia que lleva implícita la aceptada positividad de lo igual. Lo tremendo de estas disquisiciones es que acaban reflejándose y teniendo consecuencias directas para nuestra vida. «El terror de lo igual alcanza hoy todos los ámbitos vitales. Viajamos por todas partes sin tener ninguna experiencia. Uno se entera de todo sin adquirir ningún conocimiento. Se ansían vivencias y estímulos con los que, sin embargo, uno se queda siempre igual a sí mismo. Uno acumula amigos y seguidores sin experimentar jamás el encuentro con alguien distinto. Los medios sociales representan un grado nulo de lo social». Es evidente que esa pérdida de penetración social da lugar a un repliegue a lo que llama el bucle del yo. A la hora de rastrear las causas de este comportamiento se percibe la aparición de fenómenos bien recientes como la interconexión digital y el auge de otros anteriores como la socialización del consumo. Mucho se podría hablar de sus consecuencias, pero, a efectos vitales, lo importante es que no se puede tener propiamente experiencia sin experimentar la negatividad de lo distinto, algo difícil cuando «la comunicación global solo consiente a más iguales o a otros con tal de que sean iguales». El régimen comunicativo que impera supone una creciente cercanía de lo distinto y una pérdida de la distancia que alimentaba su negatividad. La sustitución de la cercanía por la lejanía conlleva la extensión de lo mismo a costa de lo distinto, lo cual afecta directamente a esa fuerza vital que nos anima. «Cercanía y lejanía están entretejidas. Una tensión dialéctica las mantiene en cohesión. Esa tensión consiste en que es justamente lo contrario de las cosas, lo distinto de ellas mismas lo que les infunde vida. Una mera positividad, así como la falta de distancia, carecen de esta fuerza vivificante. La cercanía y la lejanía se median dialécticamente igual que lo mismo y lo distinto. Ni la falta de distancia ni lo igual contienen vida.»

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